Discurso del Presidente de la República, Miguel Ángel Rodríguez, durante la inauguración del XVI Curso Básico Policial
09 de noviembre de 2001
Muy buenos días.
Va dando cierta nostalgia, conforme van las épocas transcurriendo y va uno realizando que ciertas actividades ya no son repetitivas. En la democracia, los Gobiernos con términos fijos, como deben ser, sabemos que la Administración tiene un final y que hay un límite para lo que uno quiere hacer en ese período. Y sabemos que, conforme va transcurriendo el tiempo, pues tenemos que concentrarnos en ir terminando las cosas que son realizables, dejar el camino preparado para los que siguen, para que puedan, con sentido de patriotismo, hacer las cosas ojalá mejor de lo que uno las ha logrado hacer y seguir haciendo que el país siga saliendo adelante.
Por supuesto que venir a una actividad de la Academia de Policía, donde probablemente estemos inaugurando el último de los Cursos Básicos Policiales, que se inicia en esta Administración, da un poco de nostalgia. Pero a la vez da un sentido de realización. Uno nunca puede estar contento de lo que ha hecho, porque todos somos imperfectos y todos estamos sujetos a limitaciones. Vivimos en un mundo en el que somos ignorantes, en un mundo en que estamos limitados por el tiempo, por la geografía, por los recursos, por la escasez de conocimientos… todo lo que hacemos está dentro de normas de escasez, dentro de la posibilidad del error -lo que ocurre con frecuencia- y dentro de la seguridad de que lo que hagamos siempre va a ser imperfecto.
Pero vivimos también dentro de un mundo extraordinario, dentro del cual tenemos la capacidad de perfeccionar lo que vamos haciendo. Y eso nos obliga a, como dice el lema de la campaña de valores que este Gobierno ha impulsado en la educación pública nacional, a estar conscientes de que "siempre podemos ser mejores". De que somos imperfectos, pero que podemos mejorar y siempre podemos hacer las cosas mejor. Y por eso uno nunca puede darse completamente por satisfecho con lo que ha realizado.
Pero uno tiene que evaluar, con realismo, los avances. Y si uno ve en el campo de la seguridad pública lo que hemos ido logrando en estos tres años y medio de Gobierno, pues la verdad es que el Presidente tiene que sentirse sumamente agradecido con el personal de seguridad pública, que le ha dado el apoyo para que estos programas se puedan realizar.
Llegamos al Gobierno con una idea muy clara: con un programa que en el campo de la seguridad pública planteaba metas muy concretas. Hablábamos de sacar a los policías de los cuarteles. Hablábamos de la necesidad de adquirir una cultura policial que viniera a sustituir a la vieja cultura militar, que había heredado el cuerpo policial cuando se había eliminado el ejército y se habían juntado ejército y policía. Y que, siendo una policía y no un ejército, tenía una cultura militar débil e inadecuada para un cuerpo policial. Y teníamos los recursos destinados a que estuviesen acuartelados los policías, en lugar de estar trabajando en las comunidades, en las calles, en las ciudades, en los pueblos, protegiendo y dando seguridad a la gente.
Eso estaba en nuestro programa de Gobierno y lo primero que hicimos fue cerrar cuarteles, sacar a la policía, mandarlos a dormir a sus casas, incorporarlos a la comunidad. Queremos un policía que viva en todo lo posible con su familia. Una policía que conviva en las cosas diarias, para que sea una policía que sienta y que viva como los demás ciudadanos y no que sea una policía que, por el acuartelamiento, tenga un sentimiento distinto y una cultura social distinta que la del resto de la ciudadanía.
Pero queremos también una policía que sea prestigiosa, que sea digna, que sea respetada por los ciudadanos. Y eso requería un cambio muy importante en la forma desde cómo se contrataba a los efectivos, hasta como prepararlos. La cultura costarricense por muchos años fue que cada ocho de mayo, cada cuatro años, llegaba un nuevo Gobierno; todos los policías se quedaban en la calle si ganaba la oposición, y entraban todos los policías nuevos, que sabían que estaban ahí sólo por cuatro años. Y a ellos se les daba un arma y un uniforme, en malas condiciones usualmente, y se les enseñaba a cuadrarse y se les tiraba a al calle a trabajar. Pobre gente! Lo que hacía era saber que dependían de muy poco tiempo para buscar algo para poder actuar. Entonces no es de extrañar que muchos a lo que se dedicaran fuera a aprender cómo era la otra parte del cuadro: los que les tocaba actuar en contra. Porque tal vez su única posibilidad en el futuro sería pasarse de bando, para trabajar en el otro lado de la ley.
Nos comprometimos con un trabajo de profesionalización de la policía. Yo me siento muy orgulloso de esto, porque surge de un proyecto de ley que se preparó bajo mi presidencia en la Asamblea Legislativa y por el cual luché para que fuese a probado a principios de 1994. Un proyecto de ley para profesionalizar y dar permanencia y estabilidad a la policía, con un sistema que nos garantizara además que no viniera un Gobierno a hacer que toda la policía fuera de un solo bando político, sino que establecimos que hubiese cuatro Gobiernos que pudiesen nombrar el 25% de la policía cada uno, para que ir, de esa manera, definiendo en un plazo de tiempo la incorporación de la policía profesional.
Eso lo habíamos propuesto en el programa de gobierno y lo cumplimos. Pero necesitábamos, para que esa policía fuera digna, fuera respetada, que contara con conocimientos. Es muy difícil respetar a quien no sabe nada sobre el tema de lo que está haciendo. Si a mí me aparece alguien manejando las finanzas públicas o una contabilidad de una empresa y no sabe nada de cómo llevarla, pues rápidamente uno le pierde el respeto a esa persona. En cualquier campo de la vida humana si el que desempeña una función no tiene conocimientos, no alcanza a tener el respeto de los demás. Entonces era muy importante profesionalizar a la policía.
Y yo me siento muy orgulloso de que al momento actual de 2094 policías graduados por la Academia Nacional, un 80% (1677) lo hayan sido durante estos tres años y medio de esta Administración. Me siento muy orgulloso, porque eso demuestra que lo que dijimos que íbamos a hacer, lo que estaba en el programa de Gobierno, lo hemos cumplido. Fuimos muy específicos en el campo de nuestros compromisos con la seguridad ciudadana y cumplimos con eso.
También me da una enorme satisfacción que de los 1482 policías que ya están incorporados a la carrera profesional, el 77% (1145 efectivos), los hemos incorporado durante esta Administración. Y vamos a llegar al final del Gobierno a 2500 policías debidamente incorporados al régimen profesional de carrera.
También, en ese mismo trabajo de preparación y profesionalización, 450 policías se han capacitado en el extranjero y conformamos en esta Gobierno la Dirección de Apoyo Legal para la policía, que cuenta con 50 abogados policías, que nos dan el soporte jurídico y el apoyo legal que necesita la institución policial para poder actuar adecuadamente.
Además de eso sabíamos que necesitábamos más policías. Se nos había dicho que ni para qué crear más plazas de policías, si la gente no quería trabajar en eso. Pues hemos puesto 1.500 nuevas plazas y todas se han llenado. Porque esta nueva generación de policías atrae a muchachos y muchachas que ven aquí la posibilidad de una carrera policial y que hacen que hoy día tengamos 9357 efectivos en la Fuerza Pública. Antes no sólo no estaban los 1500 nuevos, sino que muchas plazas pasaban todo el tiempo sin ocuparse.
Estos policías, con más capacitación, más apreciados por la gente, no acuartelados, necesitábamos organizarlos de una manera distinta y ahí entró el proceso que tanto agradecemos a la policía española, de formación de una policía de acercamiento. Y ahora son unidades pequeñas, ubicadas en los barrios, que trabajan de una manera descentralizada, mucho más cercanos a las comunidades y a la gente, dando un servicio mucho más eficiente.
Pero necesitábamos de la otra parte. Necesitábamos que las comunidades también colaboraran con la policía, porque la seguridad ciudadana, como todos los temas importantes de la vida, no es algo que el Estado pueda hacer separado de la sociedad. Es algo en que ciudadanos y gobernantes tenemos que trabajar juntos, para lograr hacer las cosas bien. Entonces hemos pasado de una comunidad organizada con policía comunitaria a la entrada de nuestro Gobierno, a 1297 en la actualidad y al final del Gobierno vamos a llegar a 2000. Entonces eso significa que la policía uniformada, la policía profesional, va a contar con dos mil comunidades donde hay organización para saber que cuando esta gente llama, es en serio. Para que haya más prevención y que la gente evite facilitar el robo, facilitar el asalto, facilitar las acciones ilegales.
Por supuesto que, además de esto, necesitábamos equipar a la policía. Y les hemos dado uniformes, computadoras, motos, radiopatrullas, un servicio de guardacostas que con el Tratado de Navegación Conjunta con los Estados Unidos cuenta hoy con un equipo del cual carecíamos totalmente en le pasado; hemos reparado las pocas unidades con que cuenta la sección aérea y, de esa manera, hemos podido mejorar el trabajo. Y claro que eso ha costado pata!
En 1997 el presupuesto del Ministerio de Seguridad Pública era de ¢14.378 millones, en el año 2001 es de ¢29.288 millones. Para el año entrante es de ¢33.000 millones. Es decir, que hemos pasado de 14 mil a 33 mil. En términos reales, hasta este año, esto significa un aumento del 34%, en un período en que la población ha crecido como un 8%. O sea que ustedes pueden ver el aumento tan significativo de los recursos que este Gobierno ha dado a seguridad pública. Eso es lo que nos ha hecho posible contar hoy con todas estas cosas, con las que no contábamos en el pasado.
Ciertamente por todo eso yo tengo que venir a darles las gracias a mis amigos del Ministerio de Seguridad Pública por el trabajo realizado. A decirles que me siento orgulloso de la policía que hemos venido desarrollando y, por supuesto, a reconocer que la tarea está inconclusa. Apenas la concluiremos cuando todos los policías hayan pasado por la Academia, cuando todos sean estables y permanentes. Cuando el equipo sea todavía mejor que el que tenemos. Cuando el trabajo de policía de proximidad esté todavía más integrado a la comunidad. Cuando logremos tener una relación íntima entre el policía y los vecinos. Cuando no tengamos 2000 comunidades organizadas con policía comunitaria, sino que todas las comunidades del país lo estén. Entonces nuestro trabajo en el campo policial estará completo.
Nos falta mucho, pero lo que hemos hecho es muchísimo. Y ciertamente tenemos que sentirnos orgullosos, y darle gracias a Dios, por lo que hemos logrado.
Esto ha requerido mucho más, muchos otros recursos. Ayer inauguraba en Liberia el módulo penitenciario para hombres. Una unidad de detención donde en agosto habíamos inaugurado la unidad para mujeres. Vamos a haber invertido el orden de 4.000 millones de colones al terminar esta Administración, en construcción penitenciaria. Ya llevamos diez cárceles nuevas. Cuando llegamos al Gobierno había alrededor de 3.100 cupos, con una sobrepoblación del 64% del sistema penitenciario. Hemos construido ya más de 2.600 cupos nuevos, casi lo mismo que existía construido en el pasado. Y hemos bajado la sobrepoblación a un 8% y sigue bajando, porque todavía hay obras en proceso. Y tenemos el proyecto de concesión de la nueva unidad para máxima y mediana seguridad, con lo cual dejaremos el espacio necesario para las nuevas detenciones, que creemos imprescindibles de hacer, para que no haya impunidad en faltas y contravenciones.
Eso ha significado también que en ese campo hayamos aumentado en 652 el número de guardianes para el sistema penitenciario. De la misma manera que hemos aumentado en 600 plazas los oficiales de tránsito y hemos seguido graduando a esos oficiales en la universidad. Con lo cual el aumento general que hemos dedicado al campo de la seguridad es mucho mayor. Hemos venido cumpliendo con nuestra tarea y eso hace que si a la gente se le pregunta si hoy hay mejor servicio policial, diga que sí. Y eso significa que el aprecio de la ciudadanía para con la policía ha cambiado sustancialmente y seguirá cambiando mientras sigamos manteniendo estas normas de conducta.
Y ahí, querido estudiantes, me dirijo a ustedes. El prestigio de la Policía depende, por supuesto, de los recursos, de la capacitación, del apoyo que el Gobierno le dé a la policía. Pero todo eso no haría que tuviéramos una policía con prestigio, si ese prestigio no se fundamenta en la conducta de los policías. Una policía preparada, civilista, que sabe limitar el uso de la fuerza. El más serio de todos los monopolios que tiene el Gobierno es el del uso de la fuerza, y es el que debe usarse con mayor moderación y cuidado. Una policía que sea educada, caballerosa, que tenga buenos modales con la gente, que se interese, que escuche, que tenga buenas relaciones. Eso no lo dan los recursos, eso lo da la conducta de cada policía. Y yo quiero pedirles a ustedes que en retorno a lo que el país está haciendo en prepararlos, en mejorarles los ingresos, en ayudarlos a que tengan una carrera; lo que ustedes le den de vuelta al país sea una conducta ejemplar, que haga que el prestigio de la fuerza policial sea cada vez mayor.
Queridas amigas y queridos amigos. Esto es una parte fundamental del trabajo que necesitamos hacer para que haya mayor seguridad ciudadana. Pero no es todo. El Gobierno republicano de Costa Rica está separado en Poderes y a cada uno le corresponden acciones en el campo de la seguridad ciudadana. A la Asamblea Legislativa, a las señoras y los señores diputados les corresponde aprobar la legislación, aprobar las reglas del juego, aprobar la política penal y criminal de este país. Y desdichadamente desde 1993, hace ocho años, en Costa Rica hay impunidad, hay una impunidad manifiesta, que ofende el sentido de justicia de las mujeres y los hombres decentes de este país. El que una persona pueda hurtarse la mitad de un salario mínimo, que es mucha plata para la mayoría de las familias costarricenses, que pueda hurtarse eso todos los días y nunca estar en la cárcel, ofende el sentido de justicia de los costarricenses. Y que una persona pueda mandar a un vecino nueve días al hospital, como no son diez días de incapacidad, es una falta y, como no se puede convertir la multa en prisión, desde 1993 hay impunidad. Puede hacerle eso a un vecino todos los días, y nada ocurre.
Este tipo de conductas no son posibles. No son posibles en una sociedad que quiera mejorar su seguridad ciudadana. Que tengamos un problema serio de corrupción, de explotación sexual comercial de menores y que no podamos intervenir las conversaciones telefónicas para darle seguimiento, constituir las pruebas y luchar contra las bandas, atenta contra la necesidad de defendernos de estos malhechores. El que no haya una penalización adecuada de la violencia contra las mujeres, atenta contra la justicia y la aplicación de la misma en el país. El no contar con instrumentos adecuados de última hora, de acuerdo a todo lo que hemos venido elaborando en la lucha contra el narcotráfico, en la lucha contra el lavado de dinero, en la capacidad de coordinación con otros entes policiales, atenta contra lo que este país tiene que hacer para luchar contra la mafia internacional, contra el narcotráfico y contra otras mafias organizadas, que lavan dinero y que deben ser perseguidas, incluyendo el terrorismo.
En todos estos puntos hay legislación pendiente en la Asamblea Legislativa. Que ha ido avanzando, pero que tiene muchos días de estar ahí; algunos proyectos 700 días, otros 300 días. El que menos, mucho más de 200 días. Necesitamos contar con esa legislación, para que esta policía pueda actuar con mayor eficacia en defender a los ciudadanos.
Y al final de cuentas la aplicación de la ley penal depende de los jueces. Jueces libres e independientes, y a sí debe de ser. Pero la libertad y la independencia de los jueces no implica que el Presidente de la República y los ciudadanos no tengamos el derecho y la obligación de llamar la atención, cuando vemos formas de actuar que nos parecen inconvenientes.
Yo siento un profundo dolor en lo más profundo de mi corazón de que, habiendo este Gobierno hecho un esfuerzo extraordinario en la lucha contra la corrupción, después de años de mal manejo de los Certificados de Abono Tributario, de miles de millones de dólares robados a los costarricenses por empresarios deshonestos, que fingieron exportaciones, fingieron precios y con esto obtuvieron recursos del Gobierno como estímulo a esa exportación falsa. Logramos poner gente de la DIS, del Ministerio de Hacienda y de Seguridad Pública a trabajar con la fiscalía, preparamos por primera vez casos, detuvimos gente, presentamos las acusaciones y lamentablemente jueces han dado fianzas y una gran mayoría de los acusados que hemos llevado a los Tribunales por esos casos se han escapado del país.
Eso hiere profundamente la conciencia de justicia de los costarricenses, hiere la mía y se que hiere la de los ciudadanos. Y debemos hacer un llamado a los jueces, para que en el ejercicio de su independencia, hagan actos para merecerse esa independencia y actúen de manera que no se promueva la impunidad de los grandes desfalcadores. Porque eso e es lo que hace que los ciudadanos pierdan la fe en las instituciones públicas.
Me duele que igual situación esté ocurriendo en los pocos casos de contrabando que, después de treinta años, finalmente un Gobierno se pone a acusar. Que nos costó treinta años preparar los casos, y que, de nuevo, fianzas permitan que la gente se escape.
A mí me parece que en este momento, en que desde el Ejecutivo damos muestras de lo que hacemos para avanzar en mejorar la atención de la seguridad ciudadana, me cabe no sólo el derecho, sino la obligación como Presidente de la República, hacer un respetuoso llamado a la Asamblea Legislativa y a la Corte Suprema de Justicia, para que en esos dos campos tan importantes de la acción en favor de la seguridad ciudadana y con toda la independencia que se merecen, y que se les respeta, puedan proceder a cumplir en el dictar las leyes que necesitamos y en el aplicar con mano fuerte la justicia criminal a quienes delinquen en nuestro país.
Jóvenes estudiantes: que la carrera profesional que ahora inician ustedes con los cursos de la Academia, les permita construir una vida llena y fructífera. Llena de satisfacciones para ustedes, y fructífera en realizaciones para el país.
Muchas gracias.